Le comentaba a mi buena amiga Ángela Mena que cuando tuve COVID hace un par de semanas estuve enfermo pero no me sentía enfermo; la enfermedad, el virus estaba en mí, pero no era yo; era nada más algo intruso, molesto y pasajero. Yo nunca estuve enfermo; tuve un virus que me provocó sueño y algo de fiebre durante una semana.
Ángela me dijo « Si te entiendo. Es que nosotros somos muchos cuerpos, seguro solo llegó a tu cuerpo físico».
Le pregunté qué otros cuerpos había identificado y me mandó fotos de las hojas de un libro. «El fundamento o germen espiritual del individuo está cubierto por cinco capas diferentes. La primera capa es annamaya-kosa, la envoltura del alimento. Ese es el cuerpo, que está hecho de comida y que, al morir, se convertirá en comida y será consumido por los gusanos, los buitres, las hienas o el fuego. Esa es la capa del cuerpo físico, la capa del alimento. La segunda capa es el pranamaya-kosa, la envoltura de la respiración. La respiración oxida el alimento y lo convierte en vida. Por ello este cuerpo se considera alimento en combustión. La siguiente capa es manomaya-kosa, la envoltura de la mente. Esta es la conciencia del cuerpo que se ocupa de coordinar los sentidos con el yo que creemos ser. Luego, en vijnananamya- kosa, la capa de la sabiduría trascendente derramándose en nosotros, se produce un gran salto. Es la sabiduría que nos formó en el útero de nuestra madre, la que digiere nuestra comida y sabe cómo hacerlo. Es la sabiduría que, cuando nos cortamos, sabe cómo curar la herida. La herida sangra, luego aparece una costra y, finalmente, se forma una cicatriz. Así es como funciona la capa de la sabiduría. ... Ese es el nivel de nuestra sabiduría natural, un nivel que compartimos con las montañas, los árboles, los peces y los animales. ... Y la más profunda de las capas de la sabiduría es anandamaya-kosa, la capa de la beatitud, el núcleo de lo trascendente en sí mismo. La vida es una manifestación de la beatitud. Pero manomaya-kosa, la capa mental, está atada a los sufrimientos y placeres de la capa del alimento». No me citó el libro era, pero las palabras y la tónica lo caracterizan como hindú o birmano.
Podemos discutir la naturaleza de estas capas, cómo se relacionan con los llamados chakras y qué papel juega el ego en todo esto. Se nos puede ocurrir agregar o quitar algunas capas. Lo que es evidente, en mi caso de COVID, es que el virus sólo atacó la primera capa, el cuerpo físico y no llegó a la capa más profunda, el núcleo de lo trascendente al que se refiere el extracto que me envió Ángela.
Comencé a meditar en forma espontánea hace muchos años y he venido modificando y adaptando mis técnicas. Hace cinco años encontré Vipassana, que es el tipo de meditación que ahora practico. El estado de sabiduría pranha al que se pretende llegar con esta técnica corresponde a la capa anandamaya-kosa en la nomenclatura del libro que me mandó Ángela.
Este estado mental permite tomar cierta distancia, no sólo de las enfermedades sino de cualquier problema que afecte al cuerpo físico. No resuelve los problemas como tampoco cura el COVID, pero separar las capas quizá les permite a cada una actuar con mayor libertad; en el lenguaje del texto citado, dejar actuar a «la sabiduría que, cuando nos cortamos, sabe cómo curar la herida». Al no obsesionarnos con la enfermedad o con el problema, dejamos que otros aspectos de nuestro ser se manifiesten para encontrar una solución.
Esto puede llegar hasta la frontera del pensamiento mágico, pero sé que al tener COVID no me sentí yo enfermo y que pasada una semana el examen dio negativo. Claro que me tomé todas las pastillas que me dieron, pero el pensamiento oriental no está reñido con la medicina occidental, si es usada con prudencia. Por el contrario, se complementan., como todas las medicinas y formas de sabiduría, sólo es cosa de saber cómo, un arte personal que requiere, sobre todo, una mente abierta.
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