En los 90 me tomaba media hora ir de mi casa en Amatitlán a la ciudad de Guatemala; a veces, hasta el mero Centro. De pronto, en una medida demagógica pero acertada, Elías Serrano redujo en forma drástica los impuestos de importación de vehículos. Esto obedecía a las deficiencias del transporte público y ayudaba a resolver el problema de muchas personas que, en una ciudad explayada como Guatemala, vivían lejos de sus lugares de trabajo.
Sin impuestos, la importación de vehículos subió de manera exponencial. Guatemala está a un México de distancia de los Estados Unidos y traer vehículos rodados se convirtió en una solución para muchos y un negocio para otros. El tránsito de automóviles por las calles de la capital fue creciendo de manera concomitante hasta llegar al caos y tortura que se ha vuelto parte de la rutina de muchas personas hoy.
La ruta más directa desde la ciudad de Guatemala hasta la orilla oriental del lago es por Boca del Monte. La carretera que atraviesa este barranco se caracteriza por sus curvas cerradas y pendientes inclinadas; hasta hace unos años, el puente del fondo era de una sola vía. Cuando hice mi casa deduje que pocas personas, en particular mujeres, iban a estar dispuestas a tomar todos los días una carretera tan incómoda y peligrosa para ir de sus viviendas a su trabajo y regreso, por lo que estaba seguro de que Los Álamos, Villa Hermosa y Villa Canales serían por mucho tiempo zonas sólo pobladas por lugareños, desesperados o excéntricos.
Me equivoqué. Las valientes señoras no le tuvieron ningún miedo a Boca del Monte y además pronto hicieron un puente de dos vías. Toda la ruta se pobló de residencias, negocios, fábricas, condominios y colonias. Cuando una vez, en una urgencia, hice veinte minutos de mi casa a Las Américas, en horas pico ahora me puede tomar hasta dos horas; claro que uno aprende a evitar las horas pico y la municipalidad de Villa Canales se esfuerza por organizar la circulación de vehículos, pero aun así, ir a la ciudad ya no es algo trivial.
Esto limita la vida social. Antes me montaba al carro después del trabajo y me iba a tomar un par de cervezas o me juntaba con amigos en la ciudad. Ahora tiene que haber una razón importante para invertir esa hora y media de ida y esa otra hora de regreso. Mis salidas nocturnas se han reducido, aunque la orilla del lago compensa con otras amenidades, como hermosos atardeceres y agua caliente natural.
Casi siempre me las ingenio para reducir el tiempo que paso en el tráfico a su mínima expresión; salir de Amatitlán a las 8:15 o a las 11:30 AM y regresar a las 3:00 o de una vez a las 11:00 PM, por ejemplo. No siempre se puede; a veces, las vueltas se acaban a las 3:00 y toca regresar o quedarse hasta entrada la noche. Me pasó la semana pasada, cuando fui al homenaje a Lucía Armas.
Me metí al carro a las 3:00 PM resignado y puse el CD que mi amiga Gabriela Corleto me había regalado, Flautista y túnel: música guatemalteca para flauta. Costó que funcionara porque no había usado mi toca-CD en varios años. Luego arrancó, sonó una rola y se volvió a apagar. Trasteé los controles con alguna violencia y arrancó de nuevo, al lindo tema Olvido en violeta, de Pamela Flores. De ahí siguieron rolas de Gabriel Yela, Gustavo Gómez, Paulo Alvarado, Alejandro Muñoz, Daniel Zuleta, Dieter Lenhoff, Renato Maselli y por último la Historia de una alucinada e infeliz flautista solitaria, de Joaquín Orellana. Miré a mi alrededor y ya iba por Los Álamos. ¡No me había dado cuenta de los 45 minutos que pasé atravesando Boca del Monte!
Gabriela es una flautista clásica. Toca en la Sinfónica y en la Orquesta de Cámara y es la archivadora de ambas. Esta excursión a la música de autores guatemaltecos es un esfuerzo original, organizado y acompañado por músicos locales profesionales, un clásico con sabor guatemalteco.
La pesadilla del tráfico de la ciudad de Guatemala no va a desaparecer en muchos años. Lo mejor es evitarla, pero si no se puede hay que utilizar recursos que permitan concentrarse en cosas más agradables. Algunos escuchan podcasts, otros audiolibros y yo voy a mantener esa chirimía mágica sonando en mi carro cuando por inadvertencia o necesidad me toque manejar en tráfico. No me va a aburrir en mucho tiempo y cuando lo haga espero que saque otro.
Si alguien quisiera una copia puede mandarle un mensaje a Gabriela Corleto - 3007 8734 o conseguirlo a través de Motagua (1) Motagua | Facebook.
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