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«Críate fama y échate a dormir»

Recordamos a las personas y hacemos referencias a ellas con base en sus características salientes o por algún hecho excepcional. Nuestra mente busca simplificar su trabajo, ahorrar energía; el cerebro es el órgano que más consume. Estas simplificaciones son útiles, pero a menudo inexactas y hasta injustas. Por ejemplo, el colocho Bolaños fue un arquero que destacó en equipos de barrio, jugó en varios de la mayor como el Chichicaste, el Municipal, la Universidad y el Zacapa y tambiién en la Selección Nacional; para su mala suerte, cuando Guatemala le iba ganando a México para la clasificación a un NORCECA una pelota pegó en el travesaño, le rebotó en la espalda y entró, así que muchos lo recuerdan como el arquero que le hizo un autogol a la Selección y se olvidan del resto de su carrera deportiva. Por el contrario, Bocha Sanzogni es recordado porque cuando jugaba en el Municipal le metió un gol al Cruzeiro de Brasil desde media cancha y los rojos terminaron ganando el partido 2-1; Bocha es ahora el dueño y parrillero del restaurante La Media Cancha, pero su carrera deportiva incluye además al Cementos Novella, al Aurora y al Racing de Santander.


Lo mismo ocurre en otros ámbitos de la vida. Hace unos años decidí leer todas las novelas guatemaltecas contemporáneas que me cayeran en las manos y escribir reseñas. Me motivó una publicación de Francisco Alejandro Méndez Castañeda en la que se quejaba porque en Guatemala sólo se habla de un libro el día en que sale publicado. Decidí hablar de todas las novelas contemporáneas que me fuera posible y tuve la suerte de que Paolo Guinea me regalara una colección de las publicadas por Magna Terra, incluyendo algunas de Javier Payeras, Maurice Echeverría, Adolfo Méndez Vides y del mismo Gerardo Guinea; Mishad Orlandini también me regaló ejemplares de las novelas de Rafael Romero.


Hacer reseñas de novelas contemporáneas fue un acto de solidaridad con los compañeros escritores que tuvo resultados paradójicos: a algunos colegas les gustó y a otros no; a algunos les molestó al principio y les gustó después. Debo confesar que varias veces me engolosiné con las reseñas y se me fue la mano, como cuando parodié el estilo de Maurice Echeverría en Labios para ilustrarlo mejor, quizás al punto parecer que me estaba burlando. Uno de los escritores que al principio no estuvo muy contento, pero que después lo llegó a apreciar, incluso poniendo un fragmento de mi reseña en la cuarta de forros de la segunda edición de su Limbo, fue Javier Payeras, quien hasta la fecha me recuerda como «un gran lector»; Javier también me hizo el honor de comentar mi novela Donde come uno, comen dos en la alegrísima Cantina Literaria que hicimos en el Rocamadour, junto con Valeria Cerezo, Marcos Gutiérrez y Carol Zardetto.

Saliéndonos del mundillo literario, tengo un amigo con el cual, por casualidades de la vida, siempre nos juntábamos en fiestas. Tenemos una amiga en común y seguido nos veíamos para su cumpleaños, que traía consigo el consumo de varios decilitros de vino o cerveza por cabeza. Con él nunca hemos compartido fuera del ambiente de jolgorio, por lo que a pesar de ser un profesional de las ciencias de la conducta me considera «un alcohólico»; imagino que si nos viéramos sólo en Sophos me consideraría un gran lector. Resulta que hace un año en mitad de una cerveza sentí que me estaba metiendo veneno en la cabeza y la dejé a medias. Desde entonces no he vuelto a tomar alcohol, pero tampoco he visto a este amigo simplificador.


Todas las personas somos mucho más que lo que aparentamos. El dentista puede tener inclinaciones artísticas y fabricar excelentes grabados y el cirujano tocar la guitarra con virtuosismo; el músico puede ser un aficionado a la astrofísica y un agricultor puede ser un coleccionista de arte de gran sensibilidad. R.D. Laing dijo: «Lo que pensamos es menos de lo que sabemos; lo que sabemos es menos de lo que amamos; lo que amamos es menos que lo que existe; y en esta justa medida nosotros somos tanto menos de lo que somos». Parafraseándolo, todos somos más de lo que creemos ser y de seguro mucho más de lo que mostramos.

Nuestras mentes no pueden evitar simplificar, sintetizar y resumir. Si alguien se cría fama, nos facilita las cosas a riesgo de parcializarse. Un amigo finquero se enojó mucho por lo que Alfonso Portillo estaba diciendo en una presentación y en público lo retó a los vergazos. Este amigo tiene muchas otras características y virtudes, pero en ciertos círculos siempre será recordado como «el que retó a los vergazos a Portillo», así como María Maldonado será recordada como «la que le sacó el dedo». Simpático, pero parcial y en cierta medida injusto.

Cuando recordemos a una persona por una de sus características, tengamos claro que no es la única y puede que ni siquiera sea la principal; María Maldonado es una excelente maestra de yoga y además fue la que se subió a una radiopatrulla con la bandera de Guatemala. Todos somos más de lo que aparentamos ser e incluso más de lo que «somos». Estar conscientes de ello puede ayudarnos a apreciar a las demás personas de manera un poco más cercana a su justa dimensión, aunque siempre sea en forma parcial y limitada.


PS: va el enlace al blog con las reseñas: Novelero (novelerolerola.blogspot.com)


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