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De cine y literatura

Compartí el primer borrador de Amadeo Brañas, historiógrafo con Daniela Sagone. Después de leerlo me dijo «esto es una película». A través de los años platicamos que algún día la íbamos a hacer; en cierto momento acordamos que mejor una serie. Hace cinco años Elías Jiménez reactivó el programa IBERMEDIA para Guatemala y nos invitó a presentar proyectos. Haciéndole ganas, presenté la idea de Amadeo junto con Luis Argueta y fuimos seleccionados para recibir apoyo en desarrollo del guion. Antes de que empezáramos, a Luis le cayó un trabajo sobre las migraciones con el gobierno de los EEUU y se tuvo que retirar del proyecto. El Ministerio de Cultura, por medio de su Unidad de Cine, metió el hombro y financió el desarrollo del guion. Al año siguiente probamos de nuevo con IBERMEDIA, con Chofo Espinosa, ahora para coproducción, pero no logramos reunir los recursos requeridos por el programa. Teniendo el guion terminado, Elías me recomendó someterlo a un guion-consulta y se lo mandé a la profesora y guionista Stella Malagón. Sin decirme nada, Stella compró la novela en Amazon, la leyó, me llamó y me dijo «Excelente novela; el guion no». A raíz de eso acordamos una cooperación; ella vino a Guatemala y discutimos a fondo el guion y sus personajes, produciendo un nuevo argumento, que sólo faltaría desarrollar de nuevo, utilizando todos los elementos posibles del guion existente. En esas estábamos cuando cayó la pandemia y Stella se tuvo que regresar a Italia, donde vive. Con todas estas salidas en falso y tropiezos, terminé por olvidarme del guion y de la película. La pandemia también me hizo olvidarme de muchas otras cosas, incluyendo las salidas de noche, a tomar un par de chelas y oír música a Rayuela o a la Antigua. No me quedaron muchas alternativas, más que ver Neflix y después de tantas series y películas me di cuenta de algo que, como siempre, después de verlo me pareció evidente. El formato narrativo de una película es diferente al de una novela. Todo el mundo me lo había dicho, pero yo no lo había logrado ver con claridad. El guion no debe pretender serle fiel a la novela: uno debe hacer el guion tomando la novela como base, ¡pero pensando en la película que a uno le gustaría ver! Una novela apela a la mente del lector. Se le mete a la cabeza a través de las palabras, que son símbolos, excitando los referentes de estos símbolos y sus interacciones, creando circuitos que generan interés, emociones y placer y además, lo que es muy importante, jugando con las mismas relaciones entre los símbolos y sus referentes. Todo esto permite llevar al lector de la mano a través del lenguaje; divertirlo y entretenerlo con la pura casaca. El cine es a la vez más amplio y más directo. Apela a la mente, al oído y a la vista en forma simultánea. Juega menos con los símbolos y depende más de la historia; pregunta, con mucho más insistencia, ¿qué pasó? La semana pasada retomé el guion de Amadeo desde una nueva perspectiva. Voy a escribir la película que a mí me gustaría ver basándome en la novela, pero descartando cualquier intento de lealtad a su contenido, asociaciones y referencias. En la película no importa que Amadeo Brañas haya trabajado como empacador de libros en la Tipografía Nacional, mientras que lo que causó la muerte de Benigno se vuelve mucho más importante, como motor de la trama. Corre y va de nuevo, el guion de Amadeo. Voy a aprovechar para entrarle mientras cuaja la siguiente novela. Me digo a mí mismo que todos los tropezones y retrasos que ha experimentado hasta el momento tienen que haber sido por algo. Quizás al principio me preocupé más por la técnica y ahora siento que puedo concentrarme en la historia, la cual veremos si aquí es donde termina, ¡o continuará!



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