La publicación sobre arte popular y aristocrático es la que más diálogo ha generado. Además de lo que ya dijo René Rodríguez, mi buen amigo Víctor Muñoz agrega: « Yo, sin embargo, sostengo que el arte nada tiene que ver con las ideologías políticas. Que el arte es por el arte y punto. Que un cuadro de Picasso, Goya, Dalí o del propio Quiroa son expresiones de arte puro y que han tocado de alguna manera la sensibilidad del artista. En cuanto a música, tenemos los valses, los minués, los tangos, los boleros, el cha-cha-cha, la cumbia, la música ranchera mexicana, Etc., que poco o nada tienen que ver con posturas políticas; y si bien es cierto que ahí están los Guaraguao, pues está bien, pero para serte franco, no comulgo para nada con sus canciones. No me gusta que haya lamentos sobre la pobreza de los pobres porque siento que de alguna manera la justifica». Mi también buen amigo Manuel Basterrechea agrega un punto de vista interesante: «[El arte], en especial la lectura, viene del pueblo, pero no regresa a él, somos pocos los privilegiados en este país que podemos tener acceso porque fuimos instruidos a leer».
Todo arte nace de las experiencias internas y externas del artista. Entre las externas está la realidad circundante; las pinturas rupestres, por ejemplo, eran sobre cacería. El artista ve, siente, escucha y percibe su entorno, lo procesa simbólicamente y produce su arte. Entre las experiencias externas está el racismo y la explotación del hombre por el hombre, la guerra y las luchas de poder. El artista simboliza estas percepciones y les da un lugar en su imaginario. El arte es político en tanto refleja realidades que piden ser mejoradas, hechas más acorde a las mismas sensibilidades del artista, sea éste consciente de estas implicaciones o no.
Al tocar fibras comunes a todos los seres humanos, el arte trasciende fronteras e ideologías. La interpretación del arte es la que puede ser política. Efraín Recinos pintó un cuadro titulado Su majestad, el automóvil, un grande y lujoso carro bien pulimentado y una niñita tocándolo con admiración. Obvio que uno percibía el mensaje de consumismo conspicuo y las concomitantes desigualdades. El artista percibe sus realidades, las plasma y luego es espectador las interpreta, a veces en un sentido político.
El comentario de Manuel es agudo. El arte viene del pueblo, pero no va al pueblo. La niñita del cuadro de Efraín jamás entró a Juannio a beber y comer boquitas ricas. Sólo los indígenas ilustrados se han dado el gusto de leer a Luis de Lión. Lo que dice Manuel inspira a llevar la literatura, la música clásica, la pintura a los barrios pobres urbanos y rurales del país. Esto también es política.
El arte y la política son dos conjuntos que intersectan, pero no coinciden, diría mi profesor de matemáticas. Hay áreas del arte a las que sería demasiado jalado encontrarles un sentido político y hay por supuesto mucha política que no tiene nada qué ver con el arte. Lo importante es que el artista produce su arte siguiendo los mandatos de su sensibilidad y su estética, no por motivaciones políticas de corto plazo. Ya cómo lo interpreta el lector, la audiencia y el público es derecho de cada quien. Esta sensibilidad, por supuesto, incluye la percepción del camino que nos falta por recorrer como seres humanos.
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