A propósito de la reflexión El COVID y el pensamiento Oriental, pregunta mi hermana Sandra Rosenhouse: « ¿Tal vez lo interpretarías de manera distinta si te hubiese dado COVID largo o COVID fuerte? Esta pregunta me hizo pensar que tenía razón y me recordó una anécdota divertida, si no hubiera sido dolorosa; aliviada, eso sí, por la narrativa de ficción.
No me importa ir al dentista porque siempre sale uno con la dentadura reparada; es como llevar el carro al taller. Lo que siempre me ha caído mal es quedarme con la boca anestesiada un par de horas; cuesta hablar y uno sin querer se muerde el labio, a veces. Entonces, cuando se trata de un relleno, muchas veces le digo al dentista que no use anestesia y me aguanto el par de toques eléctricos.
Una tarde, me tocaba tratamiento de canales en una muela y quizá por distracción le dije al dentista que por favor sin anestesia. Me preguntó si estaba seguro y le dije que sí. Una muela tiene cuatro raíces y cada raíz tiene un nervio profundo, cosa en la que no me había puesto a pensar.
Barrenó el primer canal y al llegar al nervio sentí un dolor muy diferente al de un relleno; más profundo, largo y constante. Me di cuenta de que había cometido una imprudencia y pensé arrepentirme y decirle al doctor que me pusiera anestesia. En eso recordé el fragmento de un cuento que había escrito. Mauri ganó el primer lugar en los Juegos Florales de Quetzaltenango y tiene un pasaje donde la protagonista siente un dolor muy profundo. La única forma que encuentra para manejarlo es identificándose con el dolor, haciéndose una con el dolor, volviéndose, en el cuento, Mauradolor.
Este cuento forma parte de la novela episódica En el camino andamos.
En otro arranque de imprudencia, decidí probar mi teoría; ver si era cierto que si uno se identificaba con el dolor, se le quitaba. Dejé de pelear con el dolor que estaba sintiendo cuando el doctor barrenaba y me identifiqué con él; me hice uno con el dolor. No puedo decir que se me quitó, pero me dejó de importar. Dejé que el dentista barrenara las cuatro raíces sin anestesia, viviendo con el dolor y sin sufrir por ello.
Cuando terminó, yo estaba sudando del esfuerzo de concentración, pero tranquilo y no arrepentido.
No se lo recomiendo a cualquier persona, pero sí puedo decir que hay más de una forma de manejar el dolor. Una es la Oriental, distanciándose de él, dejando que sólo afecte el cuerpo físico, mientras el trascendente lo contempla a distancia. Otra es lo opuesto, haciéndose uno con el dolor, identificándose y no peleando con él. Seguro que hay más formas y por supuesto lo mejor es que no llegue, pero el dolor es inevitable y será interesante ver si has experimentado con otras formas de manejarlo.
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