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Escribir y trascender

Dice mi amiga Rocío Parra: «La verdad, de mis pocos escritos, son aún menos los que comparto con alguien. Siempre han sido momentos muy "privados" desde mi corazón».

Muy hermoso.

Tenemos la mente llena de pensamientos y el sistema nervioso colmado de sensaciones y emociones; es algo natural, para eso están hechos. A veces todo esto nos abruma, no tenemos con quién desahogarnos y nos sentamos a escribir. Aunque parezca algo cajonero, esto es en realidad algo mágico. Todos esos pensamientos, sensaciones y emociones los experimentamos en lo personal, nos pasan a nosotros mismos; esa es su característica y a veces la fuente del dolor o alegría que nos puedan causar. Las palabras son símbolos, las inventamos para generalizar experiencias, para transformar lo individual en colectivo. Al decir «hoja» transformo la de la palmera que tengo enfrente en un concepto accesible a todos los que lean la palabra, cada cual con sus propios referentes; hoja de jacaranda, hoja de limonar, hoja de mango. Cuando expresamos nuestros pensamientos, sensaciones y emociones, los generalizamos; dejan de ser sólo nuestros y se convierten en algo compartido. De manera literal, rompen nuestra soledad, aunque nadie los interprete de la misma forma que nosotros. A veces alguien dice que escribe «para sacárselo de adentro». Esa es parte de la historia. De una manera más general, lo hacemos para transformar lo individual en colectivo, aunque nadie nos lea. Como dice mi amiga, aunque sean momentos «privados» escribirlos le hace bien porque los traslada del mundo personal al mundo simbólico, en principio compartido por todos los seres humanos, volviéndolos así parte de la colectividad. No es que escribir lo lleve a uno a trascender esta vida o su situación personal, aunque podría hacerlo. Escribir es trascender la individualidad e integrarse a la colectividad humana, así sea en abstracto. Esto se da en los casos más básicos y sencillos, pero también puede volcarse hacia aspectos más complejos. En la novela La suerte legendaria de don Juan me hice la pregunta de por qué los indígenas de Norteamérica lucharon contra los invasores hasta que éstos los acabaron, mientras que los de nuestra región se dejaron colonizar y logré responderla a mi satisfacción. Escribir nos coloca de un salto en nuevos territorios y en el caso de algunos fanáticos testarudos nos puede llevar a explorar todos aquellos que nos imaginemos. Cultivar la escritura y la lectura es cultivar humanidad.

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