Esta semana trabajé de nuevo en la novela Dos corazones, su penúltima revisión. Una de las cosas que descubrí en el proceso de escribirla fue los efectos de la evangelización pacífica de la Verapaz sobre algunos q'eqchi'es; muchos se cristianizaron sin más, pero otros lo resintieron y escribieron el poema titulado Lamentación q'eqchi', que por su elocuencia comparto.
El Tzul tak'a al que se refieren es el dios del cerro y del valle, divinidad de la región.
«¡Ay Dios! que duro es lo que hoy decís,
Que es otra la única verdad ¡Ay Dios!
Nuestras Madres, Nuestros Padres nos enseñaron
Y nosotros enseñamos a nuestros hijos y nuestras Hijas, quién hizo todas las cosas.
¿Acaso no hemos sabido desde siempre cómo se
Formó la vida, cómo se generaron las cosas,
Cómo se hicieron las aguas, cómo se hizo la tierra,
Cómo se hicieron las plantas y cómo se mejoraron
Las cosas?
¡Ay Dios! qué duro es lo que decís, que crea
Que ésta no es la verdad, sino otra,
Que vos me decís.
¡Ay Dios! ¿Acaso no nos dijeron nuestras Madres
Y nuestros Padres que Tzul-tak'a nos daba el maíz, El agua, la lluvia, el fuego?
¡Ay Dios! ¿Acaso nosotros y nuestros hijos
No hemos ofrecido el pom y golpeado nuestras Piernas en la cumbre del camino?
¿Acaso no tuvimos comida y acaso no se curaron Nuestros dolores?
¿Acaso no se quitó nuestro calor Y nuestro frío?
¡Ay Dios! Qué duro es lo que decís que la verdad
Es otra. ¡Ay Dios!
¡Ay Dios! Qué duro es tener que creer que
Tzul-tak'a no existe, ni existió, ni existirá,
Si está allí en el siguán, si está
En el cerro, si se le oye en el trueno, Si se ve su luz en el cielo.
¡Ay Dios! Qué duro es creer que pasar a
Nuestros hijos y a nuestras hijas sobre
El fuego y que nuestro atol de masa
Y nuestra tortilla no trae a nuestros cuerpos
El aliento de Tzul-tak’a para
Que seamos buenos
¡Ay Dios! Qué duro es creer que todo esto
Fue en vano.
¡Ay Dios! Qué duro es creer que nuestras Madres
Y nuestros Padres, nuestros sacerdotes
No nos hablaron verdad.
¿Acaso no dijeron qué día era bueno y qué día
Era malo?
¿Acaso no hicieron bien las ofrendas, Los sacrificios, y encendieron el fuego
Y quemaron el pom?
¿Acaso no se evitaron los males, acaso
Nos golpeamos en el camino o caímos a lo hondo del siguán?
¡Ay Dios! Qué duro es creer que
Tzul-tak’a no nos escuchará más y
Que ya no escuchará nuestro llanto»
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