Los buenos amigos Víctor Muñoz y Demetrio Cojtí y la queridísima Pascale Wagner hicieron comentarios interesantes sobre el texto La vida difícil.
Dice Víctor, señalando la importancia de la historia familiar: «en nuestro caso fuimos cinco hijos, cuatro varones y una mujer, mi mamá muchas veces no se daba abasto para atender todo lo de la casa, entonces los varones aprendimos a hacernos algunas comidas, a lavar nuestra ropa y a hacer los mandados de la casa, por el contrario, en la casa de mi esposa fueron también cinco hijos, cuatro mujeres y un varón, y los varones [papá e hijo] eran súper servidos, nunca hacían nada más que comer y luego irse a dormir».
Demetrio señala los efectos de clase: «El mismo síndrome puede afectar a los indígenas de clase media»; es decir, algunos de los colonizados contribuyen a la explotación de los indígenas.
Pascale comparte: «Una vez hablando con Catherine [su hermana], ... ella recién se había pasado a vivir a Alemania y me dijo: “Finalmente entendí que no soy una víctima porque hago mi cama, me cocino y limpio mi casa, ya estoy tranquila en este sentido. Por el otro lado entendí que las verdaderas mártires son las que me hacían todos estos oficios».
Fui el único hijo varón y entre mi madre, mi abuela y mis hermanas me hacían todo. Cuando comencé a hacerlo por mi cuenta sentí una liberación, un poder. No me importa lavar los platos, aunque algunas princesas se quejen de que hago mucho ruido o dejo el lavadero no tan limpio y demasiado mojado. Las asimetrías de género no deben ser motivo de injusticia, pero tampoco de imposiciones.
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