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Los premios literarios

Con más elocuencia y generosidad que exactitud, dice el buen René Rodríguez « Escribir con tu calidad sobre las raíces históricas de la Guatemala conquistada, racista y discriminante es ya haber obtenido el más alto de los premios otorgado por aquellos que amamos la Guatemala entera, en particular a sus pueblos originarios. Si además de ese premio que ya obtuviste con solo haber escritoDos corazones, ganas el Premio Herralde, pues qué mejor para un ego, al que nunca le viene mal para seguir creando y para que anime a los ciudadanos que leen y gustan de la lectura a que se enamoren de la Guatemala hermosa y terrible a la vez».


Los premios literarios son buenos para el ego cuando uno está empezando. El día que Maco Quiroa me llamó por teléfono y me dijo «ganaste en Xela», refiriéndose a que había ganado el primer lugar en el certamen de Cuento de los Juegos Florales Hispanoamericanos, salí al patio de mi cabaña, di un salto de alegría con la mano empuñada y pegué un grito. Al año siguiente volví a ganar, esta vez con un jurado de lujo y al recibir el telegrama pensé más que nada en el viaje a Quetzaltenango y dar a lavar mi único tacuche. Hace unos años me llamaron de la Universidad Autónoma del Estado de México para decirme si aceptaba una mención honorífica para la novela Donde come uno, comen dos y les dije que estaba bueno.


Los dos primeros premios validaron mi decisión de dedicarme a escribir; pasaron a formar parte de la novela episódica En el camino andamos. Este último me pareció una excelente forma de publicar la novela; las dos anteriores habían sido publicadas por Carlos López, de la legendaria Editorial Praxis, también en México. El de la UAEM no incluía ningún premio en dinero.


La remuneración económica de un premio literario es ahora mi principal motivación para participar en concursos de una objetividad variable. No se gana casi nada escribiendo novelas y un premio puede ser una buena forma de pagar las deudas. El ego ya está acorralado y claro que se agradecería el honor, pero lo más importante de un premio literario, a estas alturas, es el pisto.


Los dos primeros premios fueron de Q1,000 de mediados de los años 80, menos el arbitrio municipal de Quetzaltenango. Fue un buen punto de partida y no caería mal que el siguiente fuera más sustancioso. Agradezco a René sus cálidos comentarios y estoy de acuerdo en que el mayor premio para mí

fue haber escrito Dos corazones.

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