Respecto de la publicación La vida difícil, dice mi comadre Elisa Colom: «desde chica desarrolle una teoría: la explotación de las mujeres por las mujeres. Como clase media, cuando mis hijos eran pequeños y se me rompía una pita, le tocaba a mi mama repararla porque yo no podía asumir la responsabilidad completa o, lo que es peor, prefería cumplir con una actividad de trabajo o viajar, a costa del esfuerzo de mi mama de cuidar a mis hijos. También lo vi y aun lo veo, en las mujeres de familias menos acomodadas, en el campo, a la hermana mayor le toca cuidar a los hermanitos, a costa de no ir a la escuela--acarrear agua, cocinar, ayudar a la mama».
Las hermanas, sobre todo las mayores, asumen en algunos ámbitos el papel de madres explotadas. De manera inconsciente, la madre asume que su papel es hacerse cargo de las tareas de la casa y sin darse cuenta, cuando son varios hermanos, hace a la hija mayor copartícipe de estas responsabilidades, internalizando y proyectando el machismo del cual ella misma ha sido víctima. Son costumbres familiares, culturales y sociales que no es fácil modificar, pero se puede estar consciente.
Sigue diciendo Elisa: «Creo que el hogar es de todos, hombres y mujeres y a cada quien le corresponde hacer determinadas tareas, construyes un hogar, tienes hijos, pues a organizarse para no cargar con otras la responsabilidad. Además es alegre dedicarse a la casa sin sentirse explotado/a o marginado. Quien ni siquiera hace su cama, ¿podrá asumir bien sus responsabilidades?» Amén.
Concluye: « He visto en otras latitudes del mundo, pero francamente no en muchas y sólo en las elites, la contratación de personal doméstico pagado como Dios manda. Entonces casi nadie tiene --en Suecia, por ejemplo--, jornada diurna de x horas, no pueden quedarse a dormir en casa, con tareas previamente establecidas y los empleadores son responsables, si es extranjero, ¡de que aprenda el idioma sueco y de que complete estudios de primaria y secundaria!» Esto subraya el aspecto cultural de este tipo de explotación, en nuestro caso de origen colonial, que extiende a las mujeres los patrones que ejerce hacia los indígenas.
En una nota más liviana, dice Cynthia Overall: «Cuando hacemos las tareas de casa podemos ser más ahorrativos, más conscientes , comer más sano , más rico y sobre todo, si sembramos algunas verduras o frutas, es un gusto más intenso cosecharlo y comérselo».
La liberación del machismo, del racismo y de otros -ismos, empieza por casa y nos atañe a todos, hombres y mujeres. Sin darnos cuenta, algunas de las víctimas internalizamos las inequidades que nos desvalorizan. Empieza, entonces, por uno mismo.
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