Pensé que éramos pocos, pero ahora me doy cuenta de que la legión de admiradores que tiene David Lynch es enorme. Una característica de un personaje de culto es que sus fans sientan cierta exclusividad en su pertenencia al club. Igual, da gusto ver que su genialidad alcanzó a tantas personas.
Los genios son hombres y mujeres como nosotros, sólo que dotados de facultades excepcionales, además de tener un compromiso contra viento y marea con su llamado y una confianza ciega en su potencial expresivo, su mensaje y sus obras. Aparte de su genialidad, son hombres y mujeres como nosotros; con las mismas alegrías, necesidades, pasiones, miedos, aspiraciones, tristezas, incertidumbres e impulsos. Por ello, en las obras de los artistas es posible detectar elementos de su humanidad compartida, aun cuando ésta les sirve de fuente de inspiración para alguna obra oscura o misteriosa.
Esta humanidad compartida hace también posible entender una obra en términos asumidos como comunes entre la audiencia y el artista que la concibió y ejecutó. En contraposición, la deconstrucción literaria y por extensión la fílmica afirma que frente a un texto o película es imposible determinar una lectura como la buena; las lecturas posibles son infinitas porque jamás lectura alguna alcanzará el sentido exacto.
La deconstrucción a ultranza equivale a decir que «si no puedo entenderlo todo, no puedo entender nada. Si no puedo interpretar una obra y sus motivaciones a la perfección, entonces cualquier interpretación es posible y por lo tanto ninguna es válida».
Además de ser una salida fácil, esta posición nos aísla como artistas y como espectadores y elimina la posibilidad de una discusión en torno a las obras que nos impresionan. En disidencia, este texto se atreve a proponer una interpretación de Mulholland Drive, en parte para estimular discusión en torno a esta fascinante y genial obra de Lynch y en parte para acercarme a un creador que me habría gustado haber conocido.
La mayor parte de Mulholland Drive es un sueño-pesadilla que tiene Diane Selwyn, personificada por Naomi Watts, luego de haber mandado a matar a Camila Rhodes, representada por Laura Elena Harding. Es un lamento onírico, de tristeza por la pérdida de una amante querida, idealizada e irreemplazable, motivado por la culpa. En una de las secuencias finales está Diane tirada en su cama teniendo pesadillas y el narrador de la película le dice que es hora de despertar.

En la realidad que nos presenta la película, Camila tiene un amorío con Diane, pero también tiene amoríos con muchos otros. Sin embargo, su carisma y su éxito hollywoodense ponen a Diane en desventaja en esa relación; además, Diane es intensa y Camila frívola. Durante la secuencia crucial de la cena en la casa del director Adam Kesher, representado por Paul Theroux, Diane apenas resiste ver a Camila en amores con él y a punto de comprometerse, pero lo que la trastorna y la conduce a cruzar la línea es ver a Camila besarse con ternura con otra mujer, la falsa Camila Rhodes. Quizá Diane esperaba continuar su amorío con Camila aun estando ésta casada, pero al verla besarse con otra mujer se da cuenta de la frivolidad oportunista de Camila y decide mandar a matarla.
En esa secuencia aparecen casi todos los otros personajes que figuran en el sueño-pesadilla que constituye la mayor parte de la película; está Coco, está el vaquero, también Castigliani, el actor con quien Diane hace el casting y otros. Estos se graban en la mente de Diane, quien luego los pone en escena durante su-sueño pesadilla. Éste sueño-pesadilla da inicio cuando Camila viaja en la limusina, un eco del propio viaje en limusina que hace Diane camino a la cena de marras. Al igual que a Diane, el chofer detiene el carro donde lleva a Camila y cuando ella le pregunta qué está haciendo y le dice que allí no tienen que parar, el chofer saca una pistola y obliga a Camila a salir del carro para cumplir con el encargo de matarla, pero en eso sobreviene el accidente que convierte a Camila en una víctima amnésica y le da a Diane la doble oportunidad de aparecer, en su propio sueño, como una joven actriz de gran potencial y a la vez la salvadora de Camila, quien con gratitud se hace su amante. Luego de hacer el amor, Camila se acuerda del club Silencio, obliga a Diane a irse para allá y allí ocurre otro par de eventos cruciales.
Uno de ellos es que el director de orquesta insinúa la naturaleza onírica de toda la historia cuando nos hace ver que el sonido de los instrumentos, los truenos y la canción de Rebekah del Río son grabaciones. No hay orquesta: todo es tape; la historia no es real, es un sueño. El segundo evento es la canción de Rebekah: un lamento de pérdida que simboliza el alma de la película. En el curso de la canción, la Llorona de Los Ángeles expresa que al volver a ver a su amado renació todo su dolor por la pérdida, como al ver a Camila en la cena hace renacer todo el dolor de Diane.
Diane abre su bolsa, encuentra la caja azul, corren con Camila a abrirla con la llave que había aparecido en la bolsa de Camila y cuando ésta la abre la encuentra vacía. Diane ya no está. En su sueño, Diane se está diciendo a sí misma que su amor es nada más un empaque azul, como muchos de los vestidos de Camila, pero vacío, y que ella, Diane, ya también la dejó en el sentido simbólico, al mandarla a matar.
La bolsa de Camila llena de dinero es un recuerdo de la propia bolsa de Diane, con el dinero que usa para pagarle al rubio para que mate a Camila. Sin embargo, hay un accidente, en la realidad de la película, y el emisario del rubio no alcanza a matarla. La chica de pelo negro de la limusina, Camila, nada más desapareció, pero aún así el rubio le manda a Diane la llave azul, como un mensaje entre ellos, de que cumplió con el encargo de matar a Camila.
Diane, atormentada por la burla del par de viejos que la hacen sentir impotente y ridícula, saca una pistola de la mesa de noche y se pega un tiro en la boca. En su sueño, Diane tiene una premonición de su propia muerte cuando ella y Camila van a buscarla a su propio apartamento, ambas creyendo que Camila es Diane, y se sueña a sí misma muerta y hedionda en su propia cama; interesante, que en el sueño Camila cree ser Diane.
También interesante el papel de los viejos. Simbolizan a la generación anterior, los padres castrantes que le dicen a Diane que no puede desarrollar su potencial, que tiene limitaciones y que es un fracaso, que no puede ser mejor que ellos. Es el mismo papel que juega la madre de Lula en Corazón salvaje, simbolizada por la Bruja Mala del Este, excepto que Lula se salva y Diane no.
Diane nunca se entera de que Camila no se murió, sino sólo que desapareció. Si lo hubiera sabido, la habría ido a buscar como una loca. Sin embargo, su sueño pesadilla también es divinatorio, en el sentido que Camila desaparece después del accidente, en este caso para conocerla a ella, como desapareció en la realidad de la película.
La reunión de Diane con el rubio en el restaurante Winkie’s, para mostrarle la foto de Camila y darle el dinero del crimen, le da a Diane los elementos para soñar la secuencia en la cual un tipo se reúne con su psiquiatra en ese mismo Winkie’s, para contarle acerca de una pesadilla que ha estado teniendo; el tipo es el mismo que Diane ve en la caja pagando cuando se reúne con el rubio. Este tipo y el psiquiatra salen a la calle, a ver si la cara horrible que el tipo ha estado soñando es real y en efecto se encuentran al enano percudido a la vuelta de la esquina. Esta secuencia muestra que el sueño de Diane, elegante y lleno de belleza, es en el fondo una pesadilla para ella, la pesadilla de la pérdida de un amor por crasa traición y la desaparición de cualquier sentimiento solidario por parte de Diane, la vuelta al egoísmo infantil y berrinchudo, al mandar a matar a la traidora.
Aunque en la película es por lo general posible separar la «realidad» del «sueño» de Diane, hay momentos en que sueño y realidad se confunden. Por ejemplo, el amorío de la esposa de Adam Kesher con el limpiador de piscinas es «real» porque Adam lo menciona durante su cena de compromiso, la cual asumimos como real. Sin embargo, las presiones que Adam sufre para poner a Camila Rhodes en el papel principal de su película son parte del sueño de Diane porque en la «realidad» es Camila representada por Harding quien tiene el papel femenino principal en la película de Adam. Queda la duda entonces de por qué Adam va para su casa en mitad del día y encuentra a su esposa con el limpiador de piscinas.
La secuencia donde Castigliani escupe el expreso también la asumimos como sueño, pues él aparece en la cena de Adam. Diane lo ve y es parte de la presión ficticia que Adam ha estado sufriendo para incluir a la otra rubia, la falsa Camila, como protagonista femenina; la falsa Camila es, por supuesto, la otra amante que tiene la verdadera Camila y a quien Diane ve besando durante la cena. Esto pondría a Mr. Roque, el viejo paralítico, también como parte del sueño, pero Diane no lo ve a él en el curso de la cena. Tampoco ve al Cookie, el dueño del hotel. Uno se pregunta de dónde salieron, confusión que contribuye al efecto onírico de la película.
La secuencia de cuando el chavo rubio mata a su colega de pelo oscuro para robarle el cuaderno negro se asume como «real». Sin embargo, es absurdo que cuando el rubio le pone la pistola en la mano al otro la pistola se dispare y le dé en el culo a una señora gorda que está haciendo la limpieza en el cuarto vecino. La pelea entre estos dos, el asesinato del que está aspirando y el disparo a la aspiradora, son también parte de una escena «real», con sabor a pastelazo.
Cerca de esta secuencia, en el tiempo de la película, está otra secuencia donde el chavo rubio le pregunta a una prostituta si no ha encontrado chicas nuevas en la calle. « ¿Una de pelo negro, quizás un poco golpeada?» Esta secuencia confirma la realidad de que hubo un accidente cuando Camila estaba a punto de ser asesinada y que Camila desapareció.
Luego de haber perdido a Camila, Diane se involucra con su vecina, la otra pelinegra, menos atractiva y nada qué ver con Camila, quien le informa cuando va a traer sus últimas cosas al apartamento que «ese par de detectives vinieron a buscarte otra vez», subrayando que Diane es sospechosa de haber mandado a matar a Camila, quizá por relacionarla con el rubio que mató al moreno, a la gorda y al tipo de la limpieza.
Parte del sueño es la breve secuencia cuando el vagabundo enano y percudido encuentra la caja azul y le da vuelta en sus manos. En el sueño pesadilla de Diane, el amor de Camila se convirtió en un objeto desechable para echarlo a la basura, digno de estar en las manos del representante del desastre y del horror en la película. Hay mucho más para comentar en torno a esta gran obra, pero paro aquí para cederle el espacio intelectual a otras interpretaciones y comentarios.
Sólo Lynch sabía lo que le pasó por la mente cuando escribió y dirigió Mulholland Drive. La interpretación presentada arriba me permite acercarme, en forma vicaria, a un cineasta que admiro y me cae bien. Sirva además para que los lectores se animen a interpretar las obras que lean o vean según sus propias perspectivas, conscientes de que todos creamos y apreciamos a partir de una misma humanidad.
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