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Sabroso sacrificio

La tradición oral dice que el nombre original del kaq ik era yahali akach, caldo de chompipe, pero que una vez un kaxlan le preguntó a un q'eqchi' qué estaba comiendo, qué era ese caldo de un color tan encendido. El q'eqchi' le contestó que era por el chile rojo que se le ponía, el kaq ik. El kaxlan pensó que ese era el nombre del plato y desde allí le quedó así.

El color rojo tiene un significado especial para los q'eqchi'es. Lo asocian con los sacrificios que se acostumbraba hacer. La gente se sacaba sangre de las orejas, de los brazos, de las piernas; era una forma de alimentar a los dioses. De la misma forma que ellos nos alimentan a nosotros, dicen, se tiene la costumbre de devolverles un poco de lo que nos han dado. Antes de que vinieran los españoles, los sacrificios no eran raros entre los q'eqchi'es. Cuando hacían guerras, se acostumbraba sacrificar a los caciques vencidos y a sus allegados. Después se fueron quedando sólo con sacrificios de animales, como venados, guacamayas.

Al respecto, hay una anécdota simpática que involucra al cacique de caciques Aj Pop O' Batz y su hija. En 1533, llegaron a Sacapulas, Quiché, los frailes dominicos Tomás de la Torre, Tomás de Cárdenas, Juan de Torres y Vicente López. En esa visita no iban a evangelizar, nada más andaban conociendo,

pero antes de irse hicieron construir una pequeña ermita. Pocos años después, fray Bartolomé de las Casas mandó a un par de dominicos como avanzada para la cristianización de la región y en el camino les tocó pasar por Sacapulas. Los frailes encontraron la ermita quemada y preguntaron qué había pasado. Les dijeron que el hermano del cacique de Sacapulas se acababa de casar con la hija de Aj Pop O' Batz, quien la había mandado a dejar con una escolta de guerreros. Según la tradición q’eqchi’, antes de cruzar el río Chixoy había que sacrificar venados y guacamayas. Eso no les había parecido bien a los cristianos de Sacapulas y mandaron una embajada a advertirle a los q’eqchi’es que no fueran a hacer tales sacrificios. La escolta de la princesa dijo que entonces mejor se regresaban a Cobán, pero ella les dijo que si se iba a casar con un k’iche’ que ya era cristiano lo lógico era que ella también se cristianizara y así logró convencerlos de que cruzaran el río sin hacer los sacrificios. Llegaron a Sacapulas, se hizo la boda y las celebraciones, pero los acompañantes de la princesa no habían quedado conformes y al terminar la fiesta ¡le prendieron fuego a la ermita y salieron corriendo para Cobán! Los dominicos nada más les dijeron a los k’iche' que construyeran una ermita nueva y ahí paró la historia.

Ya hace tiempo que no se celebran sacrificios en la zona q'eqchi', ni siquiera de venados o guacamayas. Quizá cuando se comen un sabroso kaq ik su memoria colectiva se acuerde de agradecer a los dioses de la naturaleza un poco de lo mucho que nos han dado. He comido kaq ik de chompipe, de costilla de res y de pollo y son igual de buenos: sin lugar a dudas es una excelente forma de agradecer a los dioses y de una vez celebrar la vida y debiera hacerse con toda la frecuencia y devoción posibles.

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