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Un espejo que te hace el favor...

Anabella Campollo me regañó, diciéndome que no fuera tan recatado para hablar de mi trabajo. Mi buena amiga se refería a que rara vez me echo flores ni me esfuerzo por ganar lectores. La razón principal es el respeto hacia ellos: el no querer influir su opinión y perspectiva, en dejar que cada quien vaya descubriendo los autores y los libros que le gusten de una manera orgánica, por referencias y de oídas, no porque el autor se somate el pecho como un gorila gritando a los cuatro vientos lo bueno que es. Tratar de influenciar a los lectores tiene un poco de fascismo.


Tampoco hay que pecar de falsa modestia. El espíritu crítico hacia la propia obra les sirve más a los otros escritores y a los críticos que a los lectores; Anabella intuye que mis comentarios sobre mi obra están más orientados hacia esa audiencia imaginaria que a quienes leen por el puro placer. Toca ahora compartir las razones por las cuales muchos lectores van a disfrutar de mi novela episódica En el camino andamos.


Su lenguaje es el nuestro, el de todos los días. Está escrita para que cualquiera la entienda. Mi sobrino Carlos Tercero tenía 13 años cuando la leyó y su comentario fue: «¡tío, es como si se lo estuvieran diciendo a uno, como si le estuvieran hablando a uno mismo!». Al leerla vas a sentir una familiaridad cálida e inmediata, aunque no seás guatemalteco.


La novela habla sobre nosotros. Escribí el primer capítulo en forma de cuento, tomé uno de sus personajes y lo hice el central del siguiente capítulo y así sucesivamente hasta cerrar la vuelta. Los protagonistas son hombres, mujeres, propietarios, desheredados, guerrilleros, militares, indígenas, ladinos y hasta el expresidente Lucas. Al leerla te vas a identificar con más de alguno y te vas a sentir representada.


Varios de sus lectores consideraron que está bien escrita. Sus capítulos 1 y 4 ganaron, en forma de cuentos, los Juegos Florales Hispanoamericanos de Quetzaltenango en dos años consecutivos. Puse el mismo cuidado en todos los demás episodios o capítulos, entre los cuales cabe mencionar el simpatiquísimo titulado El sapo Callejas, agregando que la literatura no está reñida con el humor, sino al contrario.


Después de su presentación en el MUSAC, Efraín Recinos preguntó si la novela era poética. Como un ejercicio, escogí tres oraciones al azar. Las tres tenían elementos líricos y concluimos que la poesía está presente en todas las páginas de la novela, lo cual fortalece la narrativa.


Toda novela debe retar al lector, dejarle pensando, crearle inquietudes. En el camino andamos toca aspectos psicológicos, políticos y sociales de la experiencia humana guatemalteca y aunque algunos pueden causar desacuerdo no dejan de dar en qué pensar. Una buena novela hace que la evolución de las sociedades continúe expandiéndose en nuevos territorios, aunque sea en una forma mínima.


En esta novela no hay villanos. Hasta el gran propietario Enrique Camino para cayendo bien. La misma aparición del expresidente Lucas, con su indiferente crueldad asesina, muestra su consideración hacia los amigos.


Por eso digo que En el camino andamos es un espejo que te hace el favor: retrata nuestra sociedad con calidez y empatía. Claro que algunos prefieren no verse en ningún espejo por el reflejo automático de negarse a apreciar lo propio en favor de lo ajeno, de lo extranjero y de lo «otro» en vez de lo nuestro, pero hasta ellos experimentarán no pocas sonrisas al leer el texto.


Concluyo el panegírico de esta novela haciendo notar las magníficas ilustraciones de Mauro Osorio, tanto a la portada como a cada uno de los capítulos. Gracias, Anabella, por la patada en el trasero.


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